La arena quemaba y el ardiente sol abrazaba a toda criatura viviente en el desierto.
La víbora - repugnante y ponzoñoso
reptil vípera -, oculta en su hábitat se guarece del inclemente calor. No bebe,
sólo espera a un roedor incauto que, por hambre y sed, salga de su escondite
para hacer de él su festín.
El zorro, que no está en su terruño,
está oculto en la madriguera. Espera la noche para campear. Pero como lleva
tanto tiempo en la arena se ha metamorfeado y es un experto - además de astuto
y taimado -, zorro de la pampa. Ambos se encontraron un día. Ella, quería hacer de él una víctima
más y él con su astucia la quería someter para sus fines. Mucho tiempo
anduvieron juntos en pos de su propósito - ninguno cejó en
su afán y así se acercaron tanto que llegaron casi a convivir hasta que unidos,
recorrieron la pampa del arenal
orgullosos de su dominio y de lo que podían conseguir. Difícil, ambos se
necesitaban, sólo debían dirimir la supremacía del uno sobre el otro.
En su andar comprobaron que juntos
podían conseguir todo en el arenal a donde llegaban cada día más incautos.
Otras alimañas trataron de
romper tan peligrosa unión, pues al fin y al cabo el propósito de adquirir la
hegemonía de la pampa, era ambición de todos por los frutos que prometía la
hacienda.
Un día, en el momento que el zorro
dormía al calor del sol, la traicionera víbora dio un inesperado mordisco y
venció a las alimañas obteniendo el poder absoluto del desierto.
Ella, posesionada del dominio de
la pampa del arenal, pensó en lo fructífero que era su nueva situación en la
cúspide. Pero - se dijo -, sola no puedo con todo, con ayuda leal y sometida
obtendré todo para mis fines.
Entonces, pensó en el ladino
zorro, quien por un poco de algo se sometía a todo.
Así es como, desde aquel día, se ve
a la venenosa sierpe serpenteando muy junto al zorro de la pampa. Son un equipo
y un tremendo peligro para los habitantes - ya innumerables -, que habitan el
arenal. El acorrala a la víctima hasta ponerla al alcance de ella que,
complacida, clava su ponzoña. Lo atractivo de sus escamas rojas y negras engaña
al más fiero.
Así que si vas al arenal, camina con
cuidado. No te dejes cautivar por el ladino zorro, no te engañe su apariencia
al fiel amigo del hombre. Cuídate de la víbora, sus colores son sebo para
atraer incautos. Su cabeza en forma de corazón no lleva amor sino, que en los
colmillos esconde el letal mensaje de su ponzoña.
AUTOR: NELSON GUANILO
ESCRITOR CHALACO