Estamos acostumbrados gracias a la T.V. a ver como hermosas ciudades en muchos casos cercanas a nuestro país, el Perú, sufren la destrucción total de sus casas con pérdidas de vidas humanas cuantiosas, todas ellas arrasadas, destruidas por un tsunami o un terremoto.
No se trata de un psicosocial, ni de una alarma infundada, se trata de una posibilidad real, en el tiempo, todos sabemos que por mil razones, el clima, las corrientes y temperaturas marítimas vienen variando en el mundo y el Perú es parte de este mundo.
Ya no se trata de hacer funcionar la mezquindad y la indiferencia, por el mal ajeno, sino de preocuparse por los riesgos eminentes de muerte segura de miles y miles de habitantes en nuestro litoral.
Hay casos eminentes, ciertos, en los que un tsunami arrasaría con la vida de todos los que viven al nivel del mar, como es el caso del distrito de La Perla y La Punta en el Callao, así como el riesgo que el Rímac se desborde y arrase con los distritos de Lima y el Callao, pues según la altura del desborde podrían correr sus aguas por los cauces que tuvo hace muchos, pero muchos años (visitar la biblioteca o ver las corrientes de agua de entonces).
La vida, las viviendas y pertenencias de los ciudadanos sean de clase A, B, C, deben preocupar y hacer actuar (trabajar) a los responsables de la administración del país y ciudades.
Los representantes de las instituciones especializadas, vienen pronunciándose en el eminente riesgo de un tsunami y sugieren señalar algunos edificios como refugio seguro para evitar la muerte. Mi pregunta es ¿Cuántos ciudadanos cabrían en los edificios? (y son pocos), no existen vías de fuga suficientes para soportar el tránsito de medio millón de personas a la vez. El tiempo que le quedaría a la ciudadanía para huir es mínimo, lo cierto es que ni los atletas lograrían alejarse lo suficiente.
No se trata de un psicosocial, ni de una alarma infundada, se trata de una posibilidad real, en el tiempo, todos sabemos que por mil razones, el clima, las corrientes y temperaturas marítimas vienen variando en el mundo y el Perú es parte de este mundo.
Ya no se trata de hacer funcionar la mezquindad y la indiferencia, por el mal ajeno, sino de preocuparse por los riesgos eminentes de muerte segura de miles y miles de habitantes en nuestro litoral.
Hay casos eminentes, ciertos, en los que un tsunami arrasaría con la vida de todos los que viven al nivel del mar, como es el caso del distrito de La Perla y La Punta en el Callao, así como el riesgo que el Rímac se desborde y arrase con los distritos de Lima y el Callao, pues según la altura del desborde podrían correr sus aguas por los cauces que tuvo hace muchos, pero muchos años (visitar la biblioteca o ver las corrientes de agua de entonces).
La vida, las viviendas y pertenencias de los ciudadanos sean de clase A, B, C, deben preocupar y hacer actuar (trabajar) a los responsables de la administración del país y ciudades.
Los representantes de las instituciones especializadas, vienen pronunciándose en el eminente riesgo de un tsunami y sugieren señalar algunos edificios como refugio seguro para evitar la muerte. Mi pregunta es ¿Cuántos ciudadanos cabrían en los edificios? (y son pocos), no existen vías de fuga suficientes para soportar el tránsito de medio millón de personas a la vez. El tiempo que le quedaría a la ciudadanía para huir es mínimo, lo cierto es que ni los atletas lograrían alejarse lo suficiente.
Entonces señores, profesionales, técnicos, especialistas, representantes de las instituciones que deben encontrar formas y sistemas de evaluación ciertas y seguras, deben ponerse a trabajar hasta encontrar las soluciones ciertas y necesarias para salvar a estos moradores de una muerte masiva y cierta.
Desde estas líneas sugerimos usar los aires, construyendo vías de transporte amplias y seguras, con una altitud que dé seguridad a la vez que llevamos a nuestro primer puerto del Perú a la modernidad, lo embellecemos, dándole seguridad a nuestros habitantes y no nos lamentaremos y lloraremos después de su desaparición y muerte.
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