sábado, 14 de enero de 2017

DEL 13 AL 15 DE ENERO DE 1881 EVOCACIÓN Y CRÍTICA

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DEL 13 AL 15 DE ENERO DE 1881
EVOCACIÓN Y CRÍTICA






RICARDO PÉREZ TORRES LLOSA



 CALLAO 
2017


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Editorial : “Documental”
PRESENTACIÓN

            Es importante resaltar los grandes hechos históricos del Perú para que no decaiga el orgullo ni la identidad.
            Esta obra que presentamos es un aporte precisamente a lo que apunto.
            La investigación del respetable literato, periodista e historiador don Ricardo Pérez Torres Llosa, distinguido exalumno Sancarlino de la generación del 60, nos permite conocer lo que pasó los días 13 y 15 de enero de 1881, aquellas batallas que tuvieron lugar para la defensa de Lima, en las que participaron mayoritariamente los civiles de todas las clases sociales, los escolares guadalupanos y sancarlinos, sin soslayar a los bravos chalacos, a sus dosdemayinos y bomberos, etc.
            Lamentablemente las traiciones, la falta de una previsión política – militar, etc., llevaron a la derrota.
            Esté opúsculo, bien redactado, con el estilo que distingue al autor, hace precisar lo ocurrido en San Juan y Miraflores, donde la chilenada cometió el peor de los crímenes bélicos, el llamado “repase”, hecho sin nombre ni aceptación. Por eso está aún abierta la herida, además  lo de 1879 fue una guerra de conquista, debiéndose devolver Arica y Tarapacá, todo su litoral a Bolivia, derechos que la ONU sustenta mediante resoluciones diversas.

Y hace bien la Sociedad de Beneficencia Pública del Callao en organizar cada año el homenaje, al lado de otras entidades patrióticas del puerto, a estas batallas en la que pelearon los chalacos ocupando las primeras trincheras.
De haber estado bien preparado el Perú, no ganaba Chile, tampoco su patrón Inglaterra. Además no teníamos nada que ver con esa guerra. Todo fue preparado por lo bajo. He ahí la razón, el porqué del 79, la ocupación de la capital de 1881 a 1884, no del ande donde se fajó heroicamente el gran Cáceres.
Un honor ser el presentador de este joyel bibliográfico de primera clase. Leerlo, conservarlo, difundirlo.
                                                      Callao, Enero de 2017

              Lic. José Luis Velásquez Pérez Salmón
                         Ex funcionario del Banco Central de Reserv
Socio de Cordic – Siglo XXI


Como apunta Lucas, el evangelista: “Y aconteció”….

            A lo largo de los tiempos tenemos aceptables actos públicos que por su contenido, trascendencia, significado, más que por la grandiosidad, la magnificencia, el vuelo, que los engloba, merecen relievarse porque conducen al reconocimiento de la justicia, a la exaltación de los valores  nacionales, los cuales afirman el sentimiento patriótico, la seriedad de hechos levantadores de ideales, el perfil de cuadros decentes, vale decir, las personajes reales.

            El acto anual en homenaje a las fechas históricas de enero de 1881, de hecho un acto cívico – patriótico, es eso: Compromiso, identificación, reflexión crítica y glorificación.

            Por lo tanto, el pueblo que honra a sus héroes, los verdaderos, significa dicho gesto que se honra a si mismo; ahora bien, la entidad que rinda ceremonias de exaltamientos demuestra saber interpretar el sentimiento de los pueblos que buscan glorificar el altar de la patria, permitiendo además que el pasado se conserve en la memoria del presente hacia el futuro evaluador.

            Cierto, el 79 no nos dio la victoria, sin embargo nos entregó héroes, mártires, como ejemplo de pundonor. Ganamos pues los olivos de la lucha moral, más fuerte que la física, polvo tragado por los vientos cuando carece del credo justo, hecho sobre la base del instinto.

Indiscutiblemente se combate por la patria agredida porque hay un deber de conciencia, máxima si las causas para concretarlo son válidas.

Tuvimos derrotas, el enemigo contaba con lanchas para desembarcar tropas, tuvo fusiles último modelo, habíase armado desde antes de la difidación, etc.; pero el espíritu  de la hombría nos hizo ganar laureles, tenemos v.gr. la batalla de Anchi en San Mateo el 20.01.1881, un desagravio  a San Juan y Miraflores, porque los nuestros al mando de José G. Espanda derrotaron al agresor del sur, suceso a la altura de Iquique, Tarapacá, la Breña.

Decía Bergson, autor de “La Energía Vital”, “El tiempo y la voluntad libre”, acerca del espíritu, considerándolo “instrumento de acción creado por la vida”, indicando también que la intuición percibe el élan vitalista en el corazón de la realidad.

Partiendo de esos juicios, ciertamente idealistas, el Perú los concretó batallando con ardor, o sea, va a impedir el mancillamiento del honor nacional, incluso lo personal y familiar.

Recuérdese el modo como el Batallón Callao pudo abrirse paso en Surco, a bayoneta calada, sin bajar la fuerza del espíritu vital. Antes lo había ejecutado el 11.01.1797 Napoleón en la batalla de aquella aldea veneciana cerca de Verona, Rivoli, contra los austriacos de José Alvintzi von Barberek, venciendo la resistencia de Mantua para llegar a Viena.

Cabe aseverar que los del Perú no fueron “Héroes de Arrabal”, lo son los del film exhibido hacia 1941 en el “Splendid” de La  Victoria con Víctor Mac Langlen. Una película, nada más.

Dos personajes aún no llegando a la adultez personifican a todos los de su edad que ganaron la inmortalidad. Ofrecieron su preciosa vida por la cuna que los meció al nacer. “Beau Geste” las de estos buenos muchachos, a quienes el sino les tenía marcado otro curso de latencia.

Los citamos: el chalaco Manuel Fernando Bonilla E., a quien el 15.01.1941 rindieron homenaje por vez primera en el Dispensario de Niños N° 1 de la Av. Buenos Aires 1015, Callao, sujetándose ese acto a la Resolución firmada por Carvallo el 16.12.1940 cuyo texto dice que “actos de la juventud en defensa de la patria deben ser reconocidos para que sirvan de estímulo y ejemplo…”. Lo organizó el Instituto Nacional del Niño con motivo del 60 aniversario de la muerte gloriosa del que sólo frisaba los 13 años de edad ocupando uno de los reductos.  A este recordatorio asistieron el coronel e Historiador Manuel C. Bonilla (hermano del héroe), el capitán Manuel Bonilla, Félix Bonilla, Augusto y Clara Bonilla Rambla, familiares directos del valiente guadalupano, tan lleno de coraje como Maldonado el de Arica o Batanero en San Pablo.

De Bonilla, alma juvenil llamada a la perennidad, dijo en su alucución el Dr. Manuel Salcedo Fernandini que aquél era “astro del porvenir que eclipsó la adversidad”.

Nacido en el Callao el año 1868 fue hijo de Juan Francisco Bonilla, quien era Chiclayo organizó el escuadrón “Huáscar” del regimiento “Rímac” que peleó en San Juan. Al no poder estar en este contingente, el niño suplicó al coronel Narciso de la Colina la autorización para formar parte de la brillante muchachada del Batallón N° 6 de la Reserva. Pero dado su físico, su corta edad, lo destinaron a la misión de aprovisionar de municiones a los combatientes; cuando el enemigo ya está frente a los reductos, a las trincheras, coge el arma de un caído lanzándose contra el adversario, herido continúa adelante hasta que un explosivo, un schrapnell, lo destrozó al punto de no ser hallados sus restos.

“El Nacional” de Abelardo Gamarra, asimismo el “Catecismo Patriótico”, del Coronel José Luis Torres, encomiaron esa existencia de arrojo, encomiable, digna de una oda a lo Pándaro.

Matronas de Miraflores más tarde adoptaron su nombre como emblema, inclusive la Municipalidad del distrito puso su nombre a una plaza.

Esta clase de heroicos nos hace cosechar los laureles que nos debe y nos reserva la justicia apenas nos toque un turno en la historia, sea en ruta de paz o en acto de trinchera por la patria o defensa de la constitucionalidad.
El otro bravo, el adolescente limeño Isaías Clivio Roca, hasta hoy olvidado. A los 16 años de edad lo gana la eternidad en las pampas de San Juan.
Era hijo de María Luisa Roca viuda de Clivio y Kittyle, esta dama quiso llevar a su hijo a Europa para educarlos allí, como él se resistía lo alejó de la capital durante un año. La guerra del 79 ya estaba por estallar. Al correr julio de 1880 huye de la casa rumbo a la Capital caminando 40 leguas. Tocó las puertas del cuartel Santa Catalina. Desde aquí dirigirá la emotiva carta a lo progenitora de fecha 22.12.1880, entre otras líneas le dice : “No puedo ir a comer con usted, porque partimos en seguida para campaña… Abraza a mis hermanitos, a abuelita, a Arturo y a todos… Si no regreso, se lo harás presente  al señor Piérola…., No llores, ten alma grande, envíame tu bendición y adiós, adiós, adiós!”.

Soldado del escuadrón de artillería a órdenes del coronel Ezequiel de Piérola es enviado a la segunda escuadra al mando del capitán Hernando de Lavalle, batiéndose en Canto Grande, acá manipula un cañón de largo alcance, así inutilizó la chimenea y timón de una nave chilena apostada en Miraflores. Por esa acción ascendido a Cabo Segundo, grado con el que va a San Juan llevándose el cañón como pudo hasta que lo sorprende el enemigo ordenándole la rendición, él lo encara, desgraciadamente un jinete lo ultima, su grito de dolor vino a ser “¡Viva el Perú!”. Nunca encontraron sus restos, mas aquel coraje demostrado el 13.01.1881 reclama un monumento.

Así pelearon los nuestros contra Chile, de menos a más. Sin embargo, mostrando coraje, bravura, heroismo, valor, nada de retroceder, la historia nacional, a pesar de las traiciones, del corrupcionismo, se engrandece. Gran decisión de aquellos inmortales que defendieron la integridad del territorio, susoberanía, no bajando la cerviz ni dándole la espalda a la mirada clara de la patria, altar del pueblo soberano.
De los chilenos no puede decirse que fueron como esos de la tira cómica de Knerr: “Maldades de dos Pilluelos”. Los chilenos fueron asesinos, iguales a los que mataron al belenita en el monte de la Calavera. Actos propios de la peor ralea cometió Chile, ello le convenía a su oligarquía, sirviente de Inglaterra.

A propósito de lo del 79, a principios de 1882 J. Blaine, secretario de  Estado, manifestó a la Comisión de  Relaciones Exteriores de Estados Unidos que “la guerra del Pacífico”, declarada el 05.04.1879, era “una guerra inglesa contra el Perú con Chile como instrumento”.  Además el presidente Garfield decidió  enviar a Arica la fragata “Lackawana” para llevar a cabo conversaciones de paz, extrañamente un tal Charles Guiteau, abogado, lo asesinó, desatendiéndose del asunto el sucesor Chester Arthur, un contrario a las demandas de la FAT. Luego, hacia 1883, Mason le afirmó a su compatriota  el Ministro de Marina que “El ejército de Lima sólo lo era de nombre”. Cierto. No lo era, incluso los intereses creados jugaron rol preponderante para que el imperio de Victoria sea el ganancioso, interesado durante aquella época  por el nitrato de sodio, conocido como salitre, de éxito a partir de 1878, una mina para Gibbs, J.T. North, otros del a la judía – masónica británica.

Aparte de las dos puertas de la catedral de Lima que sirvieron para la entrada de la residencia en Kent del empresario inglés North, el salitre, el TNT, resultó rentable negocio, la causa principal de la guerra, más para los británicos que para los ricachos chilenos. En el diario “La Crónica” N. 10,066 del 01.01.1940 aparece un aviso relacionado al salitre, a la venta de sus derivados, o sea, el nitrato de sodio, el abono nitrogenado, a cargo de la Oficina Técnica del Salitre con sede en la calle Aldabas 235, 2do. Piso, Lima, siendo los Gildemeister los Agentes Generales de la Corporación de Ventas de Salitre y Yodo de Chile.

Tal dato prueba el interés que hubo por apoderarse de Tarapacá, territorio peruano, aún más, de Atacama, territorio de Bolivia, al que ha mediterranizado.

La Inglaterra victoriana, que mandó 7 acorazados situándose frente a la costa peruana – chilena, ¿con que objeto? Detuvo al “Sócrates” y “Diógenes” en el puerto de Southampton que el Perú había mandando construir en Alemania, sin embargo dio pase al fabricado en su terreno, al de Chile, país que reconocería, lo instruyeron bien, la Patagonía oriental como territorio de Argentina, así evitó la triangulación estratégica peruano – boliviana – argentina. Otro dato, el trato del Perú con Turquía para conseguir un blindado, lo recaudado de la colecta popular de 1879 dio unas 200,000 libras esterlinas, en momentos que al Perú lo afectaba la falta de crédito en el exterior, lo bloqueó Chile aduciendo que las potencias no debían interferir en el conflicto.

¿Qué existieron traidores, oportunistas, cobardes, irresponsables?.  Por supuesto, aparte de los espías de Chile como el falso mandarín Quintana, Nombremos a Prado, Piérola, Leiva, Rufino Torrico, Damsey, Belaúnde, Llosa, Iglesias, muchos más.

El ex Prefecto de Arequipa, el huanuqueño Mariano Ignacio Prado Ochoa, casado el 23.05.1865 con la arequipeña María Magdalena Ugarteche y Gutiérrez de Cossío (hija de un alto oficial argentino, paisana de Juana Pérez Palza e Infantas (1808 - +) de Salaverry, tuvo nexos comerciales y militares con Chile, hasta le pagaban como militar del ejército de este país debido a su acción contra España en 1866. Siendo presidente del Perú, de Arica partió hacia el extranjero, en plena guerra, no regresó, aducía que el coup d’Etat de “Perinola” se lo impedía. Dos hijos suyos, patriotas, murieron enfrentando a los del Bio Bio.

Esta cuestión de las tradiciones peruanas entonces no las resolvía ni el jabón que nombrara “la Chola Purificación Chauca”, tampoco los naipes bajo las penumbras de la calle México 144- Callao o de Huaquilla 1129 – Lima de la maga Apolonia Flor de la Quintana, hoy más incrementadas dado el corrupcionismo al interior de todos las capas sociales, partes de clases sociales deshumanizadas, más flacas por el mal de la avaricia que los buscadores de las Pastillas Mc Coy preparadas de aceite de hígado de bacalao.

Según todas saben, al menos los patriotas, quienes observan el logotipo del gobierno chileno que consta de 16 cubos con los colores de su bandera camuflando 4 estrellas de 6 puntas, vienen a ser la de David, por ende salta la expresión de Sión, al caer el Perú en el mar, perder este poder, los desastres del sur, aquel enemigo, con el cual no limitábamos, concentró entre noviembre y diciembre de 1880 unos 25,000 soldados, a los que hicieron llegar a Pisco, Chincha, Ica, Chilca (Curayaco), Lurin, el objeto era tomar Lima, acuerdo tomado en La Moneda, hasta se debatieron dos opciones: la envolvente del ministro Vergara, considerando el valle de Ate por Manchay y la frontal de Baquedano, que no aceptaba fijar a las fuerzas del Perú en San Juan, mejor córtale las líneas disponiéndose esta última, la más sangrienta, devastadora, cruel.

La llamada Campaña de Lima será una decisión política de Chile. Y fue Balmaceda el que motivó al presidente Pinto que se sentía inseguro de asumir dicha concepción estratégica. Ese Balmaceda mandatario más tarde, se suicidió, la oligarquía chilena comenzó a combatirlo por su línea reformista, aun fueron muertos con los cañones peruanos, robados quienes ya no eran los “hijos” con fusiles en mano sino los obreros de las salitreras, masacre que se dio en Santa María de Iquique a principios del 900 donde también cayeron proletarios del Perú, sobre éstos hace mención el “Acta de Marusia”.

El año 1880 Chile perdió el “Loa” y la “Covadonga”, sucesos acaecidos dentro del Callao y Chancay. Jóvenes peruanos las hundieron.

Otro detalle, Chile sólo bloqueó el puerto del Callao, no pudo tomarlo a pesar del bombardeo, respondiéndole los pocos cañones de la Fortaleza Real Felipe, una especie de Morro como el de Arica, como el Solar, erguido frente a ese Pacífico que no debió jamás ser escenario de contiendas entre países hermanos.

El dictador Piérola, arequipeño, cuya mente no supo combinar los atributos del estadista con el de conductor de las fuerzas armadas, o sea, hacer trabajar en armonía la política con la estrategia, después privilegiar a una de ellas según las situaciones, organizó personalmente las líneas de defensa de Lima. Pensaba agotar a Chile en la primea línea de 14 kilómetros, no habló con la oficialidad, ignoró las lecciones de la guerra franco - prusiana; lo criticable impidió que en San Juan intervinieron los batallones de reserva a cargo de Suárez, unos 2,300 hombres, los 4,300 al mando del Pastor Dávila que dejaron los cerros de Pamplona, adonde llego Lagos encontrando vacío este lugar.

La guerra no es detener el golpe, resistir pasivamente, sino buscar el contraataque, la sorpresa, lo que pudo darse a las 5 de la tarde en Chorrillos, aprovechando la incontrolable situación del enemigo, embriagados después de triunfar, producto de su bacanal fallecieron unos 400 de ellos.

Cuentan que Vergara recibió la inquietud de Manuel José Vicuña. Si la noche del 13.01.1881 unos 4,000 peruanos los hubiesen atacado todo lo hecho por el agresor del sur “se lo llevaba el diablo. En una hora perdía Chile todo”.

De ahí el pedido chileno de la tregua, del armisticio que después violaron al día siguiente, pasando por encima de los garantes extranjeros, repuestos sus soldados, porque el gobierno peruano no aplicó en Miraflores la coordinación de fuegos, la profundidad del ataque, la maniobra defensiva para ir a la ofensiva, el apoyo de las fuerzas, el conjunto unitario de éstas, resultando vulnerables las defensas.

Piensa Piérola, que el ataque chileno lo haría desde Chorrillos y desde Ate (La Rinconada, La Molina), entonces dividió en dos cuerpos el Ejército de Reserva. El primero ocuparía los 8 reductos en “posición de bloqueo” a partir de Armendáriz hasta Monterrico Grande. Armó la línea 2 partiendo de la quebrada de Armendáriz, afueras de la villa de Miraflores, hacia el río Surco y Hacienda Vásquez, a Monterrico Grande, posición de 12 kilómetros, donde fueron colocados reductos o parapetos de piedra con baterías, además de las trincheras preparadas precipitadamente para 20,000 hombres enfrentando a un ejército que los doblabas, mejor preparados, sobre todo con apoyo de su escuadra, bien pertrechados, etc.

El nuestro no era realmente un verdadero ejército de cuartel. Podía decirse que fueron milicias urbanas, porque estuvieron codo a codo soldados y civiles de todas las clases sociales, capitalinos, provincianos, desde ancianos, jóvenes hasta niños, más las mujeres (nuestras cantineras o “rabonas”), actuando valerosamente, tanto en San Juan cuanto en Miraflores.

Pero la primera línea partió del Morro Solar (Chorrillos), pasaba la Hacienda Villa, a los campos de San Juan hasta Monterrico Chico. Abarcaba unos 14 kilómetros. Aquí a San Juan, donde a las 5:00 a.m. empezó la batalla, llegaron los reclutas y soldados del sur, uniéndoseles civiles voluntarios, quienes enfrentaron a las tropas de Baquedano (iniciador del fuego), a las 77 piezas de artillería a cargo de técnicos alemanes e ingleses, la escuadra sureña, o sea, a los 25,000 chilenos, más de 2,000 jinetes, apoyándolos 60 cañones Krupp. La lucha aquí fue dura, el ala derecha donde está el Morro Solar hace una defensa tenaz, Miguel Iglesias, comanda, a los peruanos, Cáceres al ver a Suárez le dice que apoye, aquél sigue su retirada hacia el otro frente que es Miraflores donde a las 2 de la tarde tendrá lugar la otra batalla, reservada para Cáceres, Suárez, Canevaro pues Iglesias Pino Arce, hacendado cajamarquino, cayó prisionero de Chile, el que le lavaría el cerebro.


Piérola  al caer San Juan deja Chorrillos yéndose por el Camino de playa a Miraflores.
Cabe apuntar que el 13.01.1881 no fue destruido el ejército peruano, estaba todavía en condiciones para un contraataque. Era cuestión de aprovechar la sorpresa sobre el flanco este, desde Surco y provocaba el aislamiento del agresor, porque Chile tenía sus flancos sobre el mar para batir a Miraflores. Luego, con los dispersos de San Juan, los hombres de Suárez y Pastor Dávila, los 11 batallones del Segundo Cuerpo de Ejército en el sector Vásquez – El Pino (Agustino) desde donde pudo lanzarse a la caballería, porque en esos instantes no había indicio de ataque por parte de Chile, el 15.01.1881 no hubiese causado la toma de Lima, su capitulación hecha por el alcalde Rufino Torrico y parte de la burguesía capitalina.

Canevaro con Cáceres pidieron a Piérola atacar en la noche a Chile, aprovechando que el agresor solamente se movería, bajo la guía de los chinos que ayudaron a cometer más tropelías.  No aceptó “el Califa” la solicitud perdiéndose  otra oportunidad de victoria echando mano de la sorpresa, factor muchas veces necesario.

Para entender los sucesos de enero de 1881 hay que analizar el fondo de los que estaban al frente de los hechos.
La pregunta a modo de inquisidor. ¿Donde estuvo la información? No la hubo, faltó el sistema de inteligencia. Tampoco se organizaron las avanzadas. Piérola dispuso que Chorrillos sea el cuartel general, Chile pudo pues cruzar sin dificultad Atocongo, no se le dio rol activante a la estrategia contáctica, débil la defensa del lado derecho en San Juan, inactivas mitad de las fuerzas, no se valoró el destino respecto a una caída de la capital, y ¿por qué no se lanzó el contraataque desde Surco sobre el flanco de las fuerzas chilenas que afrontaban problemas con su artillería ubicada en potreros, su caballería atascada, en los callejones estrechos, cuando los oficiales enemigos buscaban desesperados a los suyos, 1,500 “rotos” vagando borrachos con sus rabonas? No olvidar que los nuestros obligaron al agresor hacer cambio de posiciones 1,500 metros a retaguardia.

Entre las muchas formulaciones cargadas de cólera: ¿Por qué el fusil Remington de calibre 0.50 estaba cargado con el 0.45 de Peabody? ¿En que se basó Piérola, quien asumió la responsabilidad política y estratégica de la guerra, para mandar a sus casas a los 11 batallones de reserva, si aún Miraflores podía resistir? No participaron los 6,000 a 7,000 hombres que exigían un puesto de combate, tampoco la guarnición del Callao, los dispersos, a los que pudo conducírseles a Chosica, a Canta, para llevar a cabo la resistencia en suelo serrano, trasladando la capital al interior de la república, lo que más tarde haría Cáceres exitosamente, “el Brujo de los Andes”, nada demonio como caracterizó un conocido periódico capitalino al ser gobernante Iglesias “el angelito”.

Esta sétima guerra, mucho más dolorosa que las otras, donde las potencias jugaron su partida no de rocambor, costó al Perú la pérdida del salitre y guano, la depresión de su comercio y la producción, la destrucción de las haciendas costeñas e ingenios azucareros, los puertos, las obras públicas; la desaparición de la moneda, en su lugar un depreciable billete fiscal; la ruina del crédito exterior, la desaparición de fortunas privadas, limitar con el agresor, la mutilación territorial.

Este Período de la Posposición nos obligó a pagar la contribución de guerra más cuantiosa que registra la historia universal: 2,350 millones de pesos.

A pesar de toda esa calamidad sin nombre, aunque ahora puede plantearse la Resolución N° 1514 de NN.UU. que no acepta la conquista territorial, así haya ocurrido en tiempos de una cesión perpetua de territorios, recordar el Tratado de Utrecht de 1702 (España – Inglaterra), el Hay – Bunau Varillas (Panamá – EE.UU., devolvieron en el 2000 del canal), de 1903, el juicio de NN.UU. sobre los Malvinas, la devolución de Porkala a Finlandia por parte de Rusia.  Considerar asimismo las Resolución 2625 (XXV) de 24.10.1970 y 3314 de las NN.UU, no aceptándose el írrito Tratado de Ancón del 20.10.1883, aceptador de la conquista de Chile por la fuerza de Tarapacá y Arica, condición inaceptable en el Derecho Internacional.

No se olvide que Chile hizo tabla rasa de la Declaración de Bélgica y Convención de Ginebra, de 800, sobre el respeto a la persona. Ya imperaban durante la Guerra del Pacífico.

El ícono Portales, cuya pluma exigía el papel rector de Chile en la América del Sur, guía cada segundo a sus con ciudadanos. Pero a que precio conseguir la presa.

Del 13.04.1863, durante el asalto francés al puente de Pitimini, un artillero de México cae herido a causa de una granada que le llevó una pierna. El capitán Platón Sánchez se le acerca: “Pobre de ti, amigo mío”. Responde el combatiente: “Yo no soy pobre, mi capitán. Pobre usted que nada tiene que ofrecerle a la Patria”. Tratabase de los 24,828 mexicanos contra los 36,00 “gabachos” (los franceses de Maximiliano) conocidos por los Defensores de Puebla, ciudad asediada por Forey con los traidores mexicanos como el general Leonardo Márquez.

Así pelaron los vencedores peruanos, los que tenían sangre en la cara, el honor en el corazón, los formados con ideales superiores, en la defensa del Perú, de su capital, sin doblegar la actitud asumida, sin miedo.

Actualmente acechan muchos peligros. Chile, al decir de don Alberto Ulloa “es expansionista en la política, rapaz en lo económico”, la tripa del sur no sabe de amistad sino de intereses. Y ¡ojo! Con lo dicho en 1990 por el judío John Reed: “Perú y Bolivia desaparecerán”. Un pretexto de incendio de la pradería, sería por el gas, el agua, la amazonia.  En vano  no circulan el “Plan Andino”, el “Plan Colombia”, etc.
Parafraseando el Himno de México: ¡Peruanos!...”al grito de guerra /       el acero aprestad y el bridón. / Mas si osare un extraño enemigo / profanar con su planta tu suelo /”. Agregamos ya lo nuestro: Al oír el sonoro rugir del cañón/ la corneta llamar al reducto/ unir en un solo puño/ el gran corazón nacional/ y nunca más traidor o agresor / se mancillar este suelo/ rico en coser ideales/ ¡Viva el Perú soberano! / con la energía del espíritu / y la fuerza del pensar / ¡a la cima el Perú del coraje y la esperanza!.

El 14.01.1940 en la Unión de Exalumnos Salesianos, de Lima, asistieron tres sobrevivientes de la batalla de Miraflores: Guillermo Salazar, Lorenzo Ríos Alvarez, Julio Enriquez (éste, un legionario del “Guardia Chalaca”), dijo el poeta chalaco, a cargo de la elocución patriótica, don José M. Zárate: “Nuestros heroicos soldados no han muerto… Viven en la inmortalidad”.







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