miércoles, 18 de enero de 2012

CONVERSACIÓN DE AMIGOS

Un día domingo como los hay tantos, cuatro amigos se encontraban en un bar del Callao, refrescándose con algunas chelas, bastante heladas.

Para mejor entender le daremos un número a cada uno, así pues tenemos desde el número uno hasta el número 4.

El número 1, mencionaba que el calor era muy fuerte y que el sol estaba propiciando el cáncer a la piel.

Nº 2 dijo: qué cáncer ni cáncer, si cuando venía por milímetros, no me atropella un ómnibus, a velocidad y ni siquiera se detuvo, me rozó la mano y casi me caigo.

El Nº 3 mencionó: matrimonio y mortaja del cielo baja, el problema es para que estás preparado, para ir al cielo o al infierno. Se rieron los cuatro amigos.

Entre carcajadas el Nº 4 dijo: qué cielo ni qué infierno, si todo junto está aquí y los diablos andan disfrazados de santulones a las pruebas me remito.

Hoy venía manejando mi auto en la Av. 2 de Mayo y Sáenz Peña, paro porque cambió el semáforo a rojo, al costado de uno de esos casi ómnibus, cuando presuroso cruza un policía, con arma al cinto y cara de pocos amigos y como estamos en verano tenía la luna de la puerta del costado derecho baja, metiendo la mano la abrió y se sentó al costado mío, acomodando su pistola, como poniéndose cómodo, mirándome me dijo por qué había parado tan carca a la línea de pare, le contesté algo temeroso por la forma y la manera de tocar su arma, constantemente, que no había cometido infracción alguna y me aseveró que mis lentes tenía que cambiarlos y con cara de perdonavidas me dijo: vamos a la Ciudad del Pescador, pensé rápidamente entre negarme o tratar de calmar las cosas, en el trayecto hurgó, preguntándome de dónde era, si conocía el norte, si había estado hace poco en Trujillo y una serie de comentarios que no venían al caso.

Hasta que me pidió 50.00 soles que tenía que pagar unos recibos, llamó por su celular a su señora, según él, y me comunicó con ella para que confirmara lo que él decía, pero ella agregó algo más, pues necesitaba que compre leche para su bebe, que si tenía le diera, ya para esto estábamos en la Ciudad, me dijo que parara y que le diera el dinero, saqué mi cartera, siempre tratando de tranquilizarlo, pues miraba en diferentes direcciones y se mostraba nervioso, pero no por ello menos agresivo.

Abriendo mi cartera le mostré los únicos 20.00 soles que tenía e hice como que le entregaba mi cartera, la cogió y la revisó minuciosamente, bajándose me dijo: da la vuelta y regrésate. Así lo hice, mirando por el retrovisor lo vi pegado a la pared, como esperando que yo desaparezca de su vista.

Y así conocí un diablo disfrazado, es de suponer que existen un sinnúmero de estos y en años no se encuentra solución al tema de seguridad.

El tercero dijo: por todo lo dicho y otras cosas más haré un brindis, salud:

“Licor bendito que haces afuera, pasa para adentro”






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