jueves, 18 de junio de 2015

MANUEL ACOSTA OJEDA EL ÚLTIMO BARDO

Por: Bernardo Valdivia Merino



Hace tiempo que deseaba, escribir esta remembranza íntima del Maestro Acosta Ojeda.

Mucho se ha escrito al respecto debido a su sensible desaparición a los 85 años de vida, lo conocí a corta edad en reuniones familiares, en las lágrimas de mi padre que al escuchar las hermosas frases del tema “madre” evocaba a mi abuela con honda emoción, es decir las letras del Maestro eran sentimiento vivo. Otras demostraciones de su talento, como “cariño”, “ya se muera la tarde”, eran hermosura que en palabras de Alicia Maguiña asevero. Después de Acosta Ojeda “Pinglo”.

Acosta Ojeda no solo era belleza letrística sino también trabajo de investigación, de búsqueda de los orígenes de la música.

Popular peruana en toda su variedad de sonido y matices, mucho se ha dicho sobre su obra indagó sobre el origen del vocablo “criollo” remitiéndonos al Haití del siglo XVII en concordancia con otro Maestro de la Literatura “Alejo Carpentier” que en su novela “El siglo de las luces” utiliza el vocablo muchas veces.

Así, Acosta Ojeda, une, halla similitud con la Literatura Universal en interesante asociación.

Por otra parte, también hay que anotar su mirada hacia la música vernacular como Mulizas y Huaynos, descifrando sus aportes y sus valores musicales y de identidad y su cosmovisión de la vida.

Es decir Acosta Ojeda fue pesquisador de la música en su integridad. Desde muy joven se interesó en la jarana criolla limeña, es autor de varios estudios sobre las materias arriba indicadas.

Redactor principal en la revista “Richay” director de la Revista de arte popular “Coliseo”, así también en El Peruano, El Comercio, Oiga, Caretas, La República y en su abundante acervo también encontró espacio, la canción de protesta poco difundida debido a su clara orientación de izquierda y negada a ser grabada por no ajustarse al sistema.

También tributó homenaje al joven vate Javier Heraud en los versos del poema “Javier vive en los aires”.

Señalaremos apropiadamente que Acosta Ojeda en el último tramo de su vida ganó detractores de última hora, voces, impreparadas que se atrevieron a rebajar sus opiniones sobre todo en lo que concierne a la difusión, creación y la falta de apoyo de los medios.

Acosta Ojeda afirmaba con seguridad que la “Música Criolla había muerto” pese a la supervivencia de los centros musicales, “no olvidar el caso del centro musical callao hoy en la ruina”, capillas cerradas y lugares donde solo la nostalgia impide solitariamente el final anunciado.

Aunque los criollos, los pocos que quedan nieguen esta realidad y se confunda gravemente, la predominancia de la música afroperuana, que sin dejar de ser parte de ella y forma parte de nuestra cultura musical no es el total de su riqueza.

¿Y qué pasó con la belleza y con el vals criollo y su ejecución dancística? Preguntaba Acosta Ojeda en sus últimos escritos, criterios que comparto plenamente.

No sabía hallar respuestas satisfactorias, pero el Maestro al parecer las encontró. La banalidad, la falta de sustancia criolla y entidad, la falsa creencia en la ilusión, ha permitido esta situación, al parecer irreversible. Sin embargo, pienso que el legado de Acosta Ojeda y de su polivalente obra servirá a las nuevas generaciones que busquen inspiración y encontrarán como cierta las frases.

Del Maestro: “El criollismo y su viva expresión nació en el callejón, en la Carapulcra y el arroz con pollo”, y en una encerrona de rompe y raja, y la nueva canción criolla y sus cantores mirarán al Maestro y pronunciarán gracias eternas.



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